...El profesor del siglo XXI tiene que enseñar lo que no sabe...
Peter Senge es profesor titular del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT Sloan), presidente fundador de la Sociedad para el Aprendizaje Organizacional (red mundial de investigadores y profesores) y cofundador de la Academia para el Cambio Sistémico. Autor del libro La Quinta Disciplina, donde explica las claves de una estrategia de aprendizaje diseñada por él.
Senge
apoya dos ideas fundamentales relacionadas entre sí: el modelo pedagógico que
se implante debe llevar en su base, que tanto el docente como el alumno
aprendan a la vez y, que ese docente debe entender que tiene que enseñar también
lo que no sabe, afrontando problemas reales.
La escuela
y los docentes, por tradición, asumen un rol centrado en el control del
conocimiento y en evitar los errores; con estudiantes pasivos, no motivados, que
responden a los requerimientos y expectativas de su profesor.
Esta
forma de hacer mata la creatividad en los estudiantes. Se está más pendiente de
no cometer errores que dar rienda suelta a la imaginación. El autor señala por
su experiencia: Entre los cinco y los diez años se internalizan esos miedos
a no dar la talla y los chicos simplemente dejan de hacerlo**.
Por ello, advierte el autor, es imprescindible abrirse a otras alternativas, desaprender lo viejo, lo que no resulta, el pensar que se es dueño de todas las respuestas; no temer a lo nuevo, al error, adentrase en terrenos donde no hay respuestas claras y plantearse retos para que la práctica pedagógica sea más efectiva.
Cambios
que conlleve estudiantes participativos, motivados, más creativos, que aporten
soluciones a problemas reales del contexto. Darles tiempo para aprender, cubriendo
las particularidades dadas por las características que los distinguen.
La
forma de hacerlo con un niño de ocho años o un adolescente de 18 es distinta,
pero el principio es el mismo.
Lo anterior
puede lograrse enseñando de forma diferente, con mayor énfasis en el porqué de
las cosas, creando un entorno favorable para el desarrollo de los estudiantes,
incluyendo su autoevaluación. Una forma de aprender a valorar objetivamente lo
que hacen y avanzar.
Así visto, el profesor
debe reflexionar, aprender sobre qué le funciona mejor y en qué circunstancias,
no hay recetas ni posibilidades únicas. El problema no es la técnica, la herramienta
o la tecnología, sino el uso que se hace de éstas.
Menciona
el ejemplo de Singapur, donde habían heredado el modelo británico, muy profesor-céntrico.
Hubo cambios y ahora se da más protagonismo a un entorno en el que todo el
mundo aprende, docentes, estudiantes y padres; el aprendizaje gira en torno a retos
reales de la comunidad que deben resolver, no solo problemas artificiales para
solucionar en el aula.
Otro
ejemplo es de un profesor de matemática, quien aplica una metodología que le da
resultados. En el primer mes del curso da clases magistrales cortas para enseñar
los fundamentos básicos y el resto del tiempo los estudiantes trabajan en
grupos de cuatro, enseñándose entre sí.
En definitiva, no se
trata de copiar modelos, no hay un único modelo viable. Se trata de crear
ambientes innovadores de aprendizaje con el fin de facilitarlo, tomando en
cuenta las características del estudiante y su contexto.
* Imagen tomada de la Universidad Camilo José Cela
** En una publicación que hice en Instagram (@janisalazar) acerca del estudio de la OCDE sobre las habilidades socioemocionales en estudiantes, se observa en éstos un descenso de la creatividad y curiosidad, de los 10 a los 15 años. Ratifica lo expresado por Senge.
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